Menú infantil ¿Si? o… ¿No?

Pizza, Nuggets, pasta con tomate, croquetas, pollo empanado, patatas fritas… estas son las opciones que con más frecuencia encontramos en los menús infantiles de los restaurantes. Día tras día insistimos en la adquisición de hábitos saludables en los más pequeños de la casa hasta el punto de convertirlo en una batalla en algunas familias. Sin embargo, a pesar de todos estos esfuerzos, aceptamos sin rechistar ofertas de menú infantiles donde las verduras brillan por su ausencia, los fritos encabezan los platos ofertados y la variedad de las opciones es inexistente.

Menú infantil… ¿Para quién?

A partir de los 6 meses de edad, los bebés comienzan con la alimentación complementaria, momento en el que tienen su primera toma de contacto con los alimentos, ya sea en forma de papilla o en su forma intacta, si los cuidadores del bebé son partidarios del Baby Led Weaning (BLW).

En caso de utilizar papillas esta suelen ser de carne o pescado y verdura o bien de legumbres, además de las papillas de frutas. En caso de seguir el BLW lo más frecuente es que el niño consuma los mismos alimentos que consumen los adultos presentes en la mesa. Partiendo de estas premisas… ¿Por qué debería ser diferente cuando acudimos a un restaurante?

Comidas fuera de casa… ¿La recompensa?

En muchos casos se defiende el hecho de que se trata de comidas de fin de semana, que son una excepción, que son momentos para disfrutar y no para pelearse por la comida. De hecho, en casos donde el consumo de vegetales sea un conflicto se recurrirán a mecanismos como “Si te comes las verduras, el fin de semana te llevo a comer pizza”. De esta manera, estamos educando a los más pequeños en un ambiente obesogénico donde las verduras están demonizadas mientras que la comida basura es una recompensa.

Esto no significa que un niño no pueda consumir de forma ocasional pizza o patatas fritas, pero carece de sentido que sea la única opción que se le presenta cuando sale a comer fuera mientras que en casa intentamos educar lo contrario.

Sin variedad, sin verduras, sin ninguna lógica nutricional

Es cierto que cuando salimos a comer o a cenar fuera lo hacemos para disfrutar de una buena comida o para probar ese restaurante al que hace tiempo que querías ir. De manera que deberíamos preguntarnos, ¿Por qué privamos a los más pequeños de esta oportunidad? ¿Por qué ir a comer calamar a la plancha o pescado fresco si los niños van a comer varitas de merluza congelada? ¿Por qué ir a probar ese restaurante indio para que los más pequeños coman espaguetis con tomate? ¿Por qué pedir ensalada o platos con verdura si para ellos va a ser un combo de pizza, croquetas y patatas fritas?

Resulta curioso cómo, al llegar la edad adulta nos preocupan aspectos como el colesterol, el azúcar, la tensión y las subidas de peso, provocando que evitemos algunos alimentos y los califiquemos de nocivos para nuestra salud. Sin embargo, son los mismos que les damos a los niños sin pararnos a pensar en que también tienen repercusión tanto en su salud como en su adquisición de buenos hábitos alimentarios.

“Esa es la comida que les gusta, la otra es comida de mayores”

En primer lugar no hay comida de mayores y comida de pequeños, hay comida. Los platos pueden estar más o menos elaborados o contener ingredientes que resulten más o menos atractivos para pequeños o adultos, pero, semejante afirmación es totalmente falsa.

En casa, los niños consumen los mismos alimentos que sus padres y no se dividen los platos por edad, a excepción de un bebé cuyas ingestas consistan en papillas. Por otro lado, cuando acudimos a restaurantes cabe señalar que los menús infantiles consisten en empanados, fritos y salsas cuya principal característica es su alto contenido en grasa.

El hecho de que este tipo de menús pueda parecer más atractivo para un niño o un adolescente y en algunos casos hasta en los adultos, es porque las grasas tienen una alta palatabilidad, es decir, resultan especialmente agradables la paladar. Al ofrecer este tipo de comidas, estamos provocando que otras comidas como las verduras u otro tipo de cocinados se vuelvan insípidas y por eso las rechacen. A esto, se suma el hecho de que rara vez se le ofrece a un niño la posibilidad real de elegir un plato de la carta y que por comodidad o por costumbre siempre recurrimos al menú infantil.

En otros casos, una argumentación en contra de elegir entre los “platos de mayores” son las cantidades o el precio. Si bien es cierto que debería haber platos con una ración menor y con un precio proporcional a esto, también es importante señalar que cualquier menú infantil contiene más calorías y grasas que los platos estándar de la carta.

En resumen, la oferta de menús infantiles es poco variada, además de tener un alto contenido en grasas y una carencia de verduras o productos frescos lo que lo convierte en una opción perjudicial tanto para la educación como para la salud de los niños. Por ello, deberíamos plantearnos la elección del plato o del restaurante cuando salgamos a comer con los más pequeños y hacer que disfruten de la experiencia gastronómica tanto como los adultos.

 

María Pérez – Nutricionista Infantil Dandelion Salud 

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