Hidratación en niños parte 2: conceptos metodológicos para integrarla en las sesiones.

Si en el anterior artículo hablamos sobre conceptos, generalidades y peculiaridades del proceso de reposición de líquidos en los periodos de desarrollo a nivel nutiriconal, hoy vamos a hablar sobre cómo integrar este proceso a nuestra metodología de trabajo de forma eficiente fomentando la autonomía y los buenos hábitos de los más pequeños; y especialmente respetando las directrices nutricionales marcadas por los especialistas.

La hidratación durante la actividad física consta de 3 fases diferenciadas: hidratación pre, durante y post entrenamiento siendo la segunda la más compleja de ellas.

Hidratación pre entrenamiento y post entrenamiento:

La hidratación pre entrenamiento es básica para un buen rendimiento deportivo, es importante que el niño ingiera aproximadamente un par de vasos de agua (250-300 ml) unos minutos antes de empezar a realizar su actividad.

En cuanto a la hidratación post entrenamiento, una vez finalizada la tarea es fundamental que el niño siga hidratándose. Es imperativo que estemos atentos y que beban antes de irse a casa.

Como padres una vez acabada la actividad debemos seguir fomentando la ingesta de líquido (siempre que se pueda agua). Un buen momento para hacerlo es junto en la merienda y estar atentos a que se consuma.

Otro elemento importante relacionado con la temperatura corporal es establecer como hábito rutinario que los niños se den una ducha en la instalación antes de ir a casa. Además de ser un hábito social, de higiene corporal (viene recogido en el currículum educativo), o de disciplina de club es además, muy saludable. Ayudaremos a disminuir la temperatura corporal después de exponer a nuestro organismo a un esfuerzo considerable.

Estas dos fases de la hidratación son relativamente fáciles de controlar y de incluir en la rutina deportiva de los niños que están empezando, sin embargo la hidratación durante el entrenamiento se convierte en una tarea donde la metodología del entrenador en este ámbito cobra una especial importancia.

Hidratación durante el entrenamiento:

A causa del esquema cognitivo de los niños, es la fase más compleja donde integrar una correcta hidratación. Como comentamos en el artículo anterior, esto es debido a que el estilo de atención y focalización del niño se produce de forma intermitente, es decir, a tramos más cortos e intensos que los del adulto. Esto provoca que constantemente estén entretenidos y obvien la sensación de sed durante la práctica de cualquier actividad. En este aspecto, como entrenadores, tenemos que tomar un papel protagonista para ir delegando en ellos la necesidad de hidratarse a medida que evolucionen.

Si el proceso madurativo en el que se encuentra el niño no ayuda a favorecer el proceso de reposición, tampoco lo hace la perspectiva tradicional que hemos tenido del mismo ni el paradigma clásico en cuanto a estilo y método de trabajo.

Nuestra función es formar personas autosuficientes pero sin olvidar que estamos tratando con su salud y no con una trivialidad. Por ello, nuestra metodología jugará un papel fundamental y debe adaptarse a este factor.

¿Cuánto debe beber un niño durante el ejercicio?

-Antes de tener sed (es importante).

-Siempre que tenga sed (es evidente).

-Cada 20 minutos (es obligatorio).

¿Cómo adapto mi praxis?

Independientemente del estilo de enseñanza-aprendizaje es fundamental que todos los niños acudan a entrenar con su botella de agua y estas están colocadas en un lugar cercano y seguro al sitio donde llevaremos a cabo la sesión

Lo primero es partir desde nuestro método de trabajo, global y cognitivo, es fundamental que el niño tenga total libertad y confianza para abandonar durante unos segundos la sesión y acercarse a su botella y consumir agua.

Partiendo de esta premisa buscamos alcanzar los dos primeros puntos:

-Beber siempre que tenga sed

-Intentar que a través del tiempo y nuestro buen hacer sea capaz de beber antes de tener sed.

¿Interfiere esto con la disciplina? ¿Afecta esto al desarrollo de la sesión?

No. Nuestra premisa básica debe ir acompañada de unas normas simples y claras. La nuestra se basa en una única:

-Nadie puede abandonar la sesión durante la explicación o corrección de una tarea.

Si lo que nos preocupa es la concentración, es necesario saber que esto nos puede venir hasta bien. El proceso de atención de un niño sigue el principio de una curva, es decir, suele decaer con el tiempo por ello, intercalar “desconexiones” (descansos) incentiva la recuperación de la misma.

Aplicando ejemplos, un niño de 2 a 3 años tiene una capacidad de atención de 10 minutos, de 4 a 5 años de 20 minutos y esto hablando de tareas “normales”. Si lo trasladamos a la actividad física puede disminuir significativamente por el efecto de la fatiga, la interacción con más elementos, el estrés y la complejidad del reto que se le proponga.

Por tanto, gestionar estos “breaks” de forma eficiente además de formar hábitos saludables puede ayudarnos a nivel metodológico, y al fin y al cabo a obtener mejores resultados.

Para asegurarnos que nuestro segundo punto también es alcanzado, se establecen parones aproximadamente cada 20 minutos donde prestaremos atención a que todos los niños se hidraten (El clásico “¡Podéis ir a beber!). Debemos estar atentos, asegurarnos que todos traen agua y que la consumen. Es importante además que tengamos agua en la instalación, no tiene sentido “castigar” a un niño sin beber por el simple hecho de no haberla traído.

¿Cómo configurar estas paradas?

Siguiendo los principios cognitivos de los periodos madurativos del desarrollo podemos servirnos de estas pausas para aumentar la eficiencia del trabajo.

Una manera inteligente de gestionarlas es aprovechar para dividir la sesión a través de las mismas.

Para aquellos que seáis más analíticos podéis usarlas para segmentar el trabajo de los diferentes factores. Ejemplo tipo para sesión de 60’:

          1ª parte activacion + trabajo de Habilidades motrices básicas

          2ª factores técnicos

          3ª factores tácticos

Y para aquellos que somos más globales aprovechar las divisiones para cambiar las dinámicas, los materiales y las lógicas internas de las tareas.

Dentro de cada parte llevaremos a cabo tareas con los mismos principios, donde serán los matices los que enriquecerán las mismas. Es importante que sean los suficientemente atractivas, desafiantes y diferentes entre sí como para mantener la concentración durante este “step”, como similares en lógica interna para lograr una optimización de tiempo y recursos que nos permita tener unos niveles de eficiencia elevados. Hemos de tener en cuenta que si diseñamos bien nuestras tareas someteremos al niño a una carga cognitiva elevada, el cambio de lógica interna suele provocar un estrés donde perdemos los siguientes minutos. Intercalar pequeños parones donde poder beber, reír y comentar con los compañeros; favorecerá un pequeño “reset” para recuperar parte de la concentración sin aspirar a recuperar los niveles iniciales.

Nuestro objetivo siempre ha de ser dotar al niño de herramientas que permitan desarrollar su autonomía. Esta es la principal razón de ser de la educación “potenciar individuos autosuficientes”.

Nuestro papel dentro de este proceso ha de ser de mayor a menor protagonismo, manteniéndonos en todo momento como meros guías del proceso y desarrollando un estilo de enseñanza y dirección donde podamos integrar este proceso de forma significativa siendo un valor añadido y no un condicionante que merme la calidad de la sesión. Con todo esto, tenemos la responsabilidad de gestionar un entorno seguro donde se cumplan los requisitos nutricionales estipulados y favorezcan el desarrollo e interiorización de hábitos saludables.

Puedes leer la primera parte clickando aqúi.

 

Álvaro García – Especialista en Educación Física

María Pérez – Nutricionista

 

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